El matrimonio, una institución sagrada
- Como hemos dicho en la introducción, es necesario que te familiarices con la idea de que en el matrimonio cristiano se recibe algo sagrado, de gracia.
- Trascendencia. El matrimonio fue instituido por Dios desde el principio, y elevado por Jesucristo a la categoría de sacramento.
- El matrimonio cristiano no es un simple contrato, es una acción sagrada a través de la cual Dios mismo sale al encuentro de la pareja para bendecir su unión y convertirlos en colaboradores suyos en la vivencia del amor humano y en la obra de la creación y formación de nuevos hombres. Como decía San Francisco de Sales, la familia es un feliz encuentro de dos corazones que se aman, para amar mejor a Dios. Por eso Cristo quiso restaurar todo el edificio del matrimonio dándole el esplendor, la seriedad y la santidad que tenía desde el principio.
- El matrimonio, por vocación divina, ha de defender el amor en el mundo. Esta tarea no es fácil por las múltiples dificultades con que se encuentran los esposos a lo largo de la vida. Por eso hace falta que sea Dios quien ocupe el centro del hogar y dirija toda la vida de la familia.
- El matrimonio cristiano es hermoso si vive con exigencia su propia vocación. Cada sacramento es una oferta divina y un compromiso nuestro. Hay que estar abiertos a la gracia de Dios y ser generosos para dar de nosotros lo mejor que tenemos por el mundo. Los padres por mucho que quieran a sus hijos no siempre pueden estar a su lado, y cuando llega la hora de la independencia se alejan físicamente los unos de los otros. Con Dios y nosotros no ocurre así. El siempre está a nuestro lado si nosotros le dejamos. Y Su Voluntad es que estemos eternamente unidos. Por eso hay que responder a la gracia de Dios con amor.
Reflexión
«Decir que el matrimonio es un sacramento es, pues, decir, que es un instrumento de vida divina, que eso es antes que nada; en cierto modo, que es únicamente eso, porque este carácter de instrumento de vida di vina tiene una importancia tal que supera otra. Pero instrumento de vida divina quiere decir instrumento, medio de santidad. El matrimonio viene, pues, a ser en el cristiano, ante todo, un medio de santificación. Todos los demás elementos de pasión satisfecha, de institución social, de base de la familia, se hacen secundarios. No es que dejen de existir; no cesan de rei vindicar sus derechos, pero dejan de ser lo principal del matrimonio. Si es cierto que es sacramento, instrumento de vida divina o instrumento de santidad, este aspecto debe absorber todos los demás» (Jacques Leclercq, El matrimonio cristiano, Patmos, 12 edición, pág. 121)
Ver el matrimonio con ojos limpios
Importancia de los valores en la construcción de un matrimonio
Cada persona, a lo largo de su vida, y de acuerdo a los mensajes recibidos y asimilados, crea una lista de valores que constituyen, por así decirlo, “su tesoro.” Esta lista le sirve de parámetro para juzgar si algo le agrada, si va con él o con ella, o por el contrario, si le disgusta, le desagrada o le ofende. De ahí la importancia que los valores tienen para la relación de una pareja: si las dos listas o códigos de valores coinciden, la armonía y el bienestar estarán en gran medida garantizados; será fácil llegar a acuerdos sobre los objetivos en el manejo del dinero, la crianza de los hijos, la distribución de los oficios, etc. En fin, les resultará bastante fácil crear planes juntos y sobre todo diseñar un proyecto común de vida donde ninguno se sienta frustrado, limitado o forzado.
Para tener esta coincidencia en valores no se necesita ser de la misma religión ni del mismo país, pero ciertamente haber crecido en hogares con principios morales y espirituales similares favorece la coincidencia. Cuando en cambio son muchos más los valores en los cuales no se coincide, que aquellos que se tienen en común, es de esperarse que la relación sea, si no conflictiva, por lo menos muy difícil. (Dora Tobar)
(https://portumatrimonio.org/para-toda-pareja/valores-en-com-n/)
El Papa Francisco habla de la belleza del matrimonio
El papa Francisco, en su exhortación apostólica Amoris Laetitia, hace un análisis sobre qué es y cómo debe ser un matrimonio. Así, recuerda que es una unión afectiva, espiritual y oblativa, pero que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de subsistir aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten.
Asimismo, precisa que “es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida”. Pero –advierte– el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia.
“Un amor débil o enfermo, incapaz de aceptar el matrimonio como un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte, no puede sostener un nivel alto de compromiso”, asegura Francisco.
Por otro lado, observa que “cuando la búsqueda del placer es obsesiva, nos encierra en una sola cosa y nos incapacita para encontrar otro tipo de satisfacciones. De este modo, el Santo Padre afirma que “la alegría matrimonial, que puede vivirse aun en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad, que mueve a los esposos a cuidarse”.
También habla de los momentos difíciles en la pareja y de las crisis, y a propósito alienta recordando que “después de haber sufrido y luchado juntos, los cónyuges pueden experimentar que valió la pena, porque consiguieron algo bueno, aprendieron algo juntos, o porque pueden valorar más lo que tienen”.
Para ellos, añade que “el diálogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar”.
Muchas veces –indica el Santo Padre– uno de los cónyuges no necesita una solución a sus problemas, sino ser escuchado. Por esta razón, “es importante la capacidad de expresar lo que uno siente sin lastimar; utilizar un lenguaje y un modo de hablar que pueda ser más fácilmente aceptado o tolerado por el otro, aunque el contenido sea exigente; plantear los propios reclamos pero sin descargar la ira como forma de venganza, y evitar un lenguaje moralizante que sólo busque agredir, ironizar, culpar, herir”.
El Papa también recuerda que el amor de los esposos es apasionado. De este modo, explica que “se puede hacer un hermoso camino con las pasiones, lo cual significa orientarlas cada vez más en un proyecto de auto donación y de plena realización de sí mismo, que enriquece las relaciones interpersonales en el seno familiar”.
De ahí, que el Pontífice asegura que “la sexualidad no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor”. De ninguna manera –advierte– podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos.
También recuerda que “en esta época se vuelve muy riesgoso que la sexualidad también sea poseída por el espíritu venenoso del ‘usa y tira’”.
Además, recuerda que “un verdadero amor sabe también recibir del otro, es capaz de aceptarse vulnerable y necesitado, no renuncia a acoger con sincera y feliz gratitud las expresiones corpóreas del amor en la caricia, el abrazo, el beso y la unión sexual”.
Finalmente, subraya que “no podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.
A propósito de la fecundidad en el matrimonio, el Santo Padre asegura que “si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de recibirlo con apertura y cariño”. Y hace una petición a las mujeres embarazadas: “cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo”.
Por otro lado, alienta “a quienes no pueden tener hijos a que sean magnánimos y abran su amor matrimonial para recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar”.
Estudiando algunas perspectivas pastorales el Papa también invita a las comunidades cristianas a reconocer que acompañar el camino de amor de los novios es un bien para ellas mismas.
Conviene encontrar –asegura– las maneras, a través de las familias misioneras, de las propias familias de los novios y de diversos recursos pastorales, de ofrecer una preparación remota que haga madurar el amor que se tienen, con un acompañamiento cercano y testimonial. De este modo, recuerda que “aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa ni puede ser el objetivo de un breve curso previo a la celebración del matrimonio. En realidad, cada persona se prepara para el matrimonio desde su nacimiento”.
El Pontífice asevera que “los novios deberían ser estimulados y ayudados para que puedan hablar de lo que cada uno espera de un eventual matrimonio, de su modo de entender lo que es el amor y el compromiso, de lo que se desea del otro, del tipo de vida en común que se quisiera proyectar”. Se deben detectar –pide el Papa– las señales de peligro que podría tener la relación, para encontrar antes del casamiento recursos que permitan afrontarlas con éxito.
En esta línea, el Santo Padre pide directamente a los novios: «Tened la valentía de ser diferentes, no os dejéis devorar por la sociedad del consumo y de la apariencia. Lo que importa es el amor que os une, fortalecido y santificado por la gracia. Vosotros sois capaces de optar por un festejo austero y sencillo, para colocar el amor por encima de todo».
Asimismo, el Santo Padre subraya que es imprescindible acompañar en los primeros años de la vida matrimonial para enriquecer y profundizar la decisión consciente y libre de pertenecerse y de amarse hasta el fin.
La pastoral familiar –advierte el Santo Padre–debe ser fundamentalmente misionera, en salida, en cercanía, en lugar de reducirse a ser una fábrica de cursos a los que pocos asisten.
Recordando los momentos de crisis en el matrimonio, el Pontífice pide “poner a disposición de las personas separadas o de las parejas en crisis un servicio de información, consejo y mediación, vinculado a la pastoral familiar, que también podrá acoger a las personas en vista de la investigación preliminar del proceso matrimonial”.
( https://es.zenit.org/articles/amoris-laetitia-el-papa-explica-la-belleza-del-matrimonio-2/)
EL COMPROMISO HOMBRE-MUJER COMO ALGO DISTINTO
Nos dice el Magisterio de la Iglesia:
«El hombre en su realidad singular (porque es «persona») tiene una historia propia de su vida y sobre todo una historia propia de su alma. El hombre, conforme a la apertura interior de su espíritu y al mismo tiempo a tantas y tan diversas necesidades de su cuerpo y de su existencia temporal, escribe esta historia suya personal por medio de numerosos lazos, contactos, situaciones, estructuras sociales que le unen a otros hombres; y esto lo hace desde el primer momento de su existencia sobre la tierra, desde el momento de su concepción y de su nacimiento» (Juan Pablo II, Ene. Redemptor Hominis, n. 14)
Una vez que hemos hablado del matrimonio como institución divina, es importante que recordemos que el matrimonio tiene una · base humana de la cual depende el que la Gracia pueda hacer su obra. El matrimonio lo compone un hombre y una mujer que son personas. Debemos tener en cuenta, por tanto, una serie de principios a la hora de pensar en el matrimonio. El matrimonio lo forman dos personas hombrte-mujer.
¿QUÉ SIGNIFICA SER PERSONA?
• Todos los filósofos se han ocupado de la persona humana. Cada uno la estudia desde su particular punto de vista, que no siempre coincide -ni mucho menos- con una concepción cristiana del hombre. Con un filósofo español podamos decir que personas son los seres que tienen libertad, y esto nos hace superior a los animales y a las cosas. Los animales irracionales sólo tienen instintos, pero no razonan para elegir.
• Todo hombre es persona. Tú eres persona porque eres hombre o mujer, y como tal debes conocerte, valorarte, desenvolverte en la vida. No olvides que el hombre está en la base de toda actividad social.
• Solamente las personas tienen conciencia de sí mismas, y por tanto son capaces de valorar moralmente sus propias acciones, de las cuales se hacen responsables. Si somos verdaderamente libres disponemos de nosotros mismos, cargamos con las consecuencias de nuestras propias acciones para bien o para mal. Un perro no pue de responder ante la justicia por haber mordido a un hombre, pues ha obrado de un modo instintivo sin tener conciencia de lo que ha cía. Pero un hombre en pleno uso de sus facultades mentales ha de responder siempre de sus acciones delictivas.
Las propiedades que acompañan al ser persona son las siguientes:
- La autenticidad, de acuerdo con el plan de Dios.
-La responsabilidad, que es una propiedad de los actos del ser lib
.-El cumplimiento de unas exigencias éticas.
-La aceptación de sí mismo, conociéndonos como somos.
-La aceptación de los demás, que es el segundo paso que hay
que dar.
-Asumir compromisos, porque estamos capacitados para ello.
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